Seguramente ya se habrán enterado que el último martes un grupo de organizaciones de la comunidad GLTB marchó hacia el Congreso y lavó banderas exigiendo la ratificación de la Convención Iberoamericana de los Derechos de los Jóvenes.
Muchos se preguntarán por qué reclaman. Les cuento. Hay un dictamen que propone ratificar la Convención con declaraciones interpretativas que restringen los derechos de los jóvenes por parte de las Comisiones de Relaciones Exteriores y de la Mujer del Congreso de la República. Las declaraciones interpretativas se refieren por ejemplo al derecho a la no-discriminación orientación sexual (art. 5), que niega cualquier debate futuro sobre la unión de parejas del mismo sexo.
Pero vamos al tema de fondo. Me parece que estoy de acuerdo con Beto Ortiz cuando señala que la marcha fue un ridículo. No porque las prouestas quizá estuvieran mal sino porque muchas de las personas que marcharon más parecían que iban a un baile o celebraban por adelantado la marcha del orgullo. Algunos con sombreros de cachos, minifaldas y tacones altísimos, otros con trinches, maquillaje multicolor, chapitas a lo payasito, etc.
Señoras y señores, para decir SOY GAY Y VENGO A RECLAMAR MIS DERECHOS, no es necesario hacer un circo. No es necesario caer en el morbo. No es necesario decirle a la gente que efectivamente los gays son siempre escandalosos. No hay que darle a la gente lo que quiere. Podemos ir de saco y corbata también, de sastre tal cual vas a tu trabajo, con tus jeans, con tus zapatillas, con tus zapatos, con tu casaca, con tu mochila o con tu bandera. No siempre tiene que hacerse de color y música para llamar la atención. Habría que tomarlo en cuenta así como se tomó en cuenta no invitar a personajes de la farándula para la Marcha del orgullo. Más seriedad, por favor.
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